1. Autonomía del Equipo:
Conexión con el propósito, no dependencia.
Los equipos son autónomos pero están alineados con el propósito y objetivos globales de la organización.
2. Federalización:
Integración en células, no división en silos.
La organización se estructura en células o unidades pequeñas, autónomas y altamente integradas.
3. Liderazgo:
Auto-organización, no gestión.
Fomenta la auto-organización y el liderazgo distribuido en lugar de una gestión jerárquica tradicional.
4. Éxito Integral:
Aptitud integral, no maximización única.
Enfoca en el desarrollo integral y sostenible de la organización, evitando la optimización de un solo aspecto a expensas de otros.
5. Transparencia:
Inteligencia de flujo, no obstrucción del poder.
Promueve la transparencia y el flujo libre de información para mejorar la toma de decisiones y la eficiencia.
6. Orientación al Mercado:
Objetivos relativos, no prescripción de arriba hacia abajo.
Establece metas basadas en el contexto del mercado y la competencia, evitando directrices rígidas impuestas desde la cima.
7. Ingreso Condicional:
Participación, no incentivos.
Enfatiza la participación activa y la co-creación en lugar de depender únicamente de incentivos financieros.
8. Presencia de Ánimo:
Preparación, no economía planificada.
Se centra en la preparación y la capacidad de respuesta en lugar de seguir un plan económico rígido.
9. Ritmo:
Tempo y groove, no orientación al año fiscal.
Adopta un ritmo natural y continuo de trabajo, en lugar de una cadencia dictada por el año fiscal.
10. Decisión Basada en Maestría:
Consecuencia, no burocracia.
Las decisiones se basan en la competencia y la experiencia, evitando la burocracia y la rigidez estructural.
11. Disciplina de Recursos:
Expeditividad, no orientación al estatus.
Utiliza los recursos de manera eficiente y efectiva, priorizando la acción expedita sobre el mantenimiento del estatus quo.
12. Coordinación del Flujo:
Dinámicas de creación de valor, no asignaciones estáticas.
Facilita la coordinación dinámica y continua, enfocada en la creación de valor en lugar de en asignaciones rígidas y estáticas.
Estos principios están diseñados para crear organizaciones más ágiles, resilientes y orientadas al valor, adaptándose rápidamente a los cambios del entorno y promoviendo una cultura de colaboración y auto-organización.